Carta a un suicida
Estimado señor suicida:
Me llamó gratamente la atención la carta que recibí de usted hace unos días. No por su forma de redactar, aunque sus escasas faltas denotan una mínima cultura, sino por permitir que sea yo su confidente, su conciencia en los que prometen ser sus últimos días.
Aquí está pues mi pronta y sincera contestación:
- Tras leer atentamente sus problemas, tan graves sin duda como para tomar tan drástica sentencia, le llamo un momento a la reflexión, sin animo, eso sí, de que desista en su trágico empeño. Si de algo estoy seguro, es de que usted debe haber pasado largas noches en vela y muchas tardes cavilando para dar por fin con una solución tan eficaz a tan enrevesados problemas.
Lo de su mujer, después de lo que pasaron juntos, -por cierto, me caló muy hondo lo de aquel perrillo- ¡si hombre!, el que encontraron en ese romántico viaje por las costas irlandesas. Yo siempre quise ir a Irlanda, ya desde pequeño soñaba con aquellas tierras, y como no, llevar a mi mujer, igual que usted, bueno, o la que durante seis años ha sido su mujer.
Y para colmo de males, Pascual. El que siempre creíste tu gran amigote, el de las grandes juergas de aquellos años en que llevabais locas a todas, pero sobre todo él, que siempre parecía tan seguro de sí mismo. Según lo que me contaste debió ser un gran tipo, antes de lo de...,ya sabes, con tu mujer. Pero tranquilo, después de lo tuyo, seguro que se siente lo suficientemente culpable como para apartarse de tu cama un par de semanas mientras que, claro está, tu mujer guarda el estricto luto protocolario y cobra el seguro de viudedad anticipada.
Me llamó gratamente la atención la carta que recibí de usted hace unos días. No por su forma de redactar, aunque sus escasas faltas denotan una mínima cultura, sino por permitir que sea yo su confidente, su conciencia en los que prometen ser sus últimos días.
Aquí está pues mi pronta y sincera contestación:
- Tras leer atentamente sus problemas, tan graves sin duda como para tomar tan drástica sentencia, le llamo un momento a la reflexión, sin animo, eso sí, de que desista en su trágico empeño. Si de algo estoy seguro, es de que usted debe haber pasado largas noches en vela y muchas tardes cavilando para dar por fin con una solución tan eficaz a tan enrevesados problemas.
Lo de su mujer, después de lo que pasaron juntos, -por cierto, me caló muy hondo lo de aquel perrillo- ¡si hombre!, el que encontraron en ese romántico viaje por las costas irlandesas. Yo siempre quise ir a Irlanda, ya desde pequeño soñaba con aquellas tierras, y como no, llevar a mi mujer, igual que usted, bueno, o la que durante seis años ha sido su mujer.
Y para colmo de males, Pascual. El que siempre creíste tu gran amigote, el de las grandes juergas de aquellos años en que llevabais locas a todas, pero sobre todo él, que siempre parecía tan seguro de sí mismo. Según lo que me contaste debió ser un gran tipo, antes de lo de...,ya sabes, con tu mujer. Pero tranquilo, después de lo tuyo, seguro que se siente lo suficientemente culpable como para apartarse de tu cama un par de semanas mientras que, claro está, tu mujer guarda el estricto luto protocolario y cobra el seguro de viudedad anticipada.
¿Y los del trabajo?, a ver si después tienen agallas para tirarte al cuello con lo de GLU-GLU... y todo eso que tu y yo sabemos, aunque claro está, si papa te hubiera dejado estudiar lo de aquella ingeniería pues nunca se sabe, a lo mejor otro gallo te cantaría, incluso puede que fueras ahora un gran hombre de negocios en lugar de, sin animo de ofender, un personaje que se dispone a retirarse prematuramente de la función por que nadie le a dado un papel decente.
A mi parecer, y tras leer tu carta, te doy realmente mi apoyo más sincero. Pero creo que hay algunas cosas que no has tenido en cuenta. Vale, de acuerdo, te marchas por la puerta grande y les das a todos una buena lección, ya sea con soga con heroína o como se te ocurra, eso es lo de menos, a lo que me refiero es ¿qué pasará luego?
Vale, de acuerdo, ya lo sé, tus preocupaciones, tus responsabilidades tus vicios, pero piensa que tres o cuatro metros de tierra deben también pesar lo suyo.
Pero claro, los problemas son una cosa, lo tuyo tío, es de libro, no de película mas bien, jamás conocí a nadie con tantísimas razones para quitarse la vida.
Quién sabe, quizá así la gente te empiece a apreciar un poco, seguro que eso te gustaría, claro que para entonces estarás muerto. También puede que te mitifiquen y seas recordado para el resto de los días, no de los tuyos claro, sino los de los demás, los de cada uno, pero a su vez cada uno te verá a su manera, puede incluso que su opinión hacia ti venga dada por la época del año o por el día de la semana. El lunes te verán como un lunático, el martes como un mártir, el miércoles como un mierda, el jueves como un juerguista, el viernes como un hombre de bien, el sábado como un sabelotodo, y el domingo como un pobre don nadie, víctima del sistema, de las circunstancias, o de su perturbada mente. Quizás pienses que tienen razón, estoy de acuerdo contigo, sólo que cada uno te verá como se le antoje y cuando se le antoje, tu buen amigo como un pobre cornudo, tu mujer como un pobre desgraciado que le llena el plato cada día desde la tumba, pero, lo que ya si que nadie podrá ver, será el conjunto de todo eso, la esencia, la mezcla de todas esas circunstancias, como mucho tierra y gusanos, que además deben de ser un fastidio, al menos para descansar (en paz). Tu ya me entiendes, y sin embargo mi querido amigo, qué podría ser peor, me refiero ¿y la diferencia entre vivir o morir?, quizá estés ya muerto, o incluso lo estuvieras antes de saber lo de tu mujer. Lo de menos es si te pegas un tiro, es más, pégatelo por algo que merezca la pena y te daré mi sincera enhorabuena, pégatelo si ya estas muerto, si solamente estás vivo, o si simplemente no te paraste un momento en la vida a buscar la forma de sobrevivir, de sobrepasarte a ti mismo, o mucho más simple, si nunca te paraste a escuchar lo que tenías alrededor, entonces buen amigo quiero oír el -Boom- de un revolver, o el -crac- de tu cuello, aunque eso suponga el fin de tu existencia y de la mía.
Tu yo más próximo
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