viernes, mayo 11, 2007

A quienes le dejaron morir

El día que le conocí fingió dolores en el brazo para que le diera unas pastillas. En la enfermería del hotel guardábamos entonces un arsenal de medicamentos y aparatos que nadie sabía utilizar. Le di un par de pastillas azules, parecidas a la viagra, recomendadas para los dolores musculares. Horas después escuché que desde recepción habían llamado a una ambulancia para llevarse a alguien. Momentos antes le anduve buscando por todo el hotel para quitarle las pastillas con la excusa de que estaban caducadas. ¿Cómo iba a saber yo que el chico estaba enfermo? Aparentaba estar saludable, su enfermedad estaba muy dentro, en los recovecos más oscuros del alma. El caso es que logré echar mano a las pirulas que yo le había suministrado y, a pesar de todo, a las 16:00 no se tenía en pié. Aún con la camisa manchada por las copas que había tirado en el restaurante se lo llevaron en la ambulancia camino del hospital donde seguramente le pusieron B12. Ya no tuvo más oportunidad de trabajar.
Los procesos autodestructivos del ser humano son capaces de liquidarte a una tremenda velocidad. La melancolía, el dolor, y el sufrimiento espiritual pueden fulminarte en a penas unos meses. Sólo aquellos que han estado a tu lado a pesar de que seas un pirado, un gañán, un drogadicto, un amargado…pueden ayudarte, pero no todos tienen esa suerte. Ahora pensáis que podíais haber hecho algo más. Que es una pena. Que sólo tenía 32 años. Pero en el fondo os habéis quedado descansando.
Pasaron varios días antes de que lo encontraran en su casa. Frío como el mármol, sereno como hacía años que no estaba.