martes, agosto 16, 2011

Mesa reservada en Le Pachá 1901

Se supone que Le Pachá 1901 es uno de los lugares más exclusivos de El Cairo. Un barco sobre el Nilo en el que puedes disfrutar de la comida que ofrecen una docena de restaurantes. En 'Picolo Mondo' ofrecen variedad de platos al estilo italiano. He reservado mesa, sin embargo los camareros parecen sorprendidos al verme entrar, casi molestos. No se si es por el ramadán, o por que de verdad dan el restaurante por muerto ante la falta de turistas, pero algo no funciona en este sitio. El camarero que me atiende insiste en llevarme a 'Carlos', otro restaurante del complejo, hasta que le hago comprender que es mi nombre, el nombre al que he realizado la reserva.
Sobre una silla resuena un televisor con el partido Real Madrid - Barcelona. El camarero me sigue de cerca por la sala mientras busco la mesa que me gusta y es molesto sentirle a mi espalda, respirando sombre mi nuca, como presionándome para que me siente. Cuando lo hago me advierte:

- Esta mesa está reservada.

Miro a mi alrededor y no hay un alma. Hay como 20 mesas vacías y los únicos sentados a la mesa somos el televisor con el partido de fútbol y el que escribe. Pero el rompehuevos del camarero insiste, sin conocer que está ante otro rompehuevos profesional. Le pregunto si no le interesa trabajar, que a mi me da lo mismo irme al carajo a comer, que seguramente en cualquier puesto callejero me espera una sonrisa amigable, buena compañía y un shawarma de a 6 libras. No se si ha entendido algo, pero me deja sentarme y accede a servirme una Stela tras comprobar que tengo pasaporte extranjero.

La ensalada de parmesano fue la confirmación de que si este sitio tuvo cierto prestigio debió ser por las preciosas vistas del Nilo, o por la comida pero en tiempos pretéritos. Unas hojas de rúcula cubiertas de finas lonchas de parmesano me dejan indiferente y casi temeroso ante la llegada del primer plato. No habrá un segundo ni postre.
Sólo las 10 horas que llevo sin echarme nada al buche hacen que me aventure a probar el pollo con champiñones y salsa parmesana.
Los champiñones debieron desintegrarse en alguno de los procesos de cocción o descongelación porque han quedado reducidos al tamaño de un guisante murciano. Por lo demás decepcionante. Dejo Le Pachá 1901 con la ardiente necesidad en el estómago de encontrar pronto un taxi para ir a casa.
Pronto estaré pensando en el camarero que me dio la noche.

sábado, julio 23, 2011

Bueno, bonito, barato

Paseamos Tamara y yo por el interior del Museo Copto, en el barrio antiguo de El Cairo. Podemos escuchar nuestros pasos por los pasillos. Un ratón cruza una de las galerías, que a pesar de todo parecen impecables, ordenadas, pulcras, todo lo contrario al Museo Egipcio, concebido como un inmenso almacén. No hay ni un sólo turista. Atravesamos galerías vacías, con telas, restos de templos sagrados, biblias escritas en copto y en árabe y otros restos del esplendor cristiano de Egipto. Cada diez minutos nos cruzamos con algún agente de paisano que -móvil en mano- se pasea sin rumbo fijo aparente. No podemos hacer fotos. En la entrada, nos han obligado a dejar la cámara. Cansados y algo aburridos salimos al jardín que rodea el edificio en busca de la biblioteca copta. Está cerrada. El único consuelo posible es el de encontrar una sombra y un banco en el que repasar la Lonely Planet en busca del siguiente destino. Nos sugiere que crucemos al otro extremo a través de un túnel a la salida del metro. Tres chicas coptas juegan con los teléfonos móviles a nuestro lado. Se ríen y cuchichean hasta que entablamos conversación. Nos saben donde meter un calendario de la Virgen Maria tamaño extra grande y no están dispuestas a ir por la calle con él. Lo dejaremos en el banco a ver si alguien lo quiere. Nos preguntan si somos turistas y si no tenemos miedo de venir a Egipto. Intercambiamos impresiones y se van. A las puertas del museo una legión de tenderos abre los ojos sorprendidos. "Espania, Espania, barato, barato..." Sentados a pleno sol muchos esperan el golpe de suerte. Que los únicos turistas que han visto en horas se acerquen a su negocio a dejarse un par de valiosos euros. En algunos de los carteles de reclamo reza en español "Más barato que mercadona..." o "Cerveza con Alcohol...", en otros "Bueno, bonito y barato", igual de bueno y de bonito que siempre y más barato. El problema es que no hay turistas a los que vender.

lunes, julio 18, 2011

30 minutos para repasar 30 días


Aprovecho la soledad del gimnasio para relajarme. Caminar, correr, o siquiera pensar es harto difícil en una ciudad en la que a penas hay aceras, y la mayoría de las que hay son inservibles. Una ciudad que vive en un gigantesco atasco permanente en el que los coches se asemejan al lento transcurrir de las aguas del Nilo. Este rato es para mí. En el televisor se puede ver la MTV, pero la música que suena en el gimnasio es la del encargado. Suena uno de los temas que más he escuchado desde que estoy en Egipto, el 'Aisha' de Khaled Hadj Ibrahim, un argelino de voz rota que me recuerda al italiano Zucchero. Algunas de sus canciones hablan del desaliento que provoca la ausencia de un ser querido.

“Comme si je n'existais pas,

Elle est passé à côté de moi,

Sans un regard, reine de sabbat,

J'ai dit, aisha, prends, tout est pour toi

Aisha, aisha, ecoute-moi

Ah, ah

Aisha, aisha, listen to me

Aisha, aisha, no me dejes más...”

Veinte minutos de carrera continua son suficientes. Bajo del aparato y quito el sonido a mi teléfono móvil. Es la hora de la oración de la tarde. Se hace el silencio en el recinto y el encargado comienza a rezar. La televisión exhibe muda a Lady Gaga en la MTV. Comienzo a estirar en el suelo, sobre una toalla de piscina y pienso en estos treinta días en El Cairo.

sábado, julio 16, 2011

sábado, julio 02, 2011

Viajes, virtudes y defectos


Previsor, atento, cuidadoso...son cualidades que me gustaría llevar en el zurrón de la vida y que ando buscando a todas horas. Pero no son mi especialidad. Antes de venir a El Cairo me dije: ¿Qué necesitas para trabajar, para comunicarte con los tuyos, para recibir instrucciones de tus jefes y para actualizar el blog después de dos años?, obviamente, un PC. Por eso en un alarde de querer demostrar mi afán previsor opté por llevarlo cerca de mi. En el equipaje de mano. "Si me pierden la ropa estos despistados del aeropuerto al menos tendré mi herramienta de trabajo"- pensé.

Mis previsiones se cumplieron. Perdí el ordenador, pero no por los "despistados del aeropuerto", sino por el despistado que escribe. Al pasar el control de pasaporte y equipaje de mano coloqué sendas bandejas, una encima de otra, la de abajo con el PC y la de arriba con el reloj, el teléfono móvil y demás abalorios. Tras pasar el control allí se quedó el PC, bajo una bandeja vacía y a expensas de que cualquiera se hiciera con él.

- Hola, objetos perdidos.

- Sí, le paso con la Terminal 1.

En ese intervalo de tiempo, a penas unos pocos segundos, comprendo que hasta ahora el mayor peligro para mi persona y en Egipto soy yo mismo. Los defectos y las virtudes van con uno, grabados a fuego, y no se quedan por el camino por muy lejos que nos vayamos. Es más, si pueden y no tenemos cuidado afloran o descubrimos otros nuevos.

- ¿Su ordenador tiene varias pegatinas con la bandera de Egipto?

¿Un alivio o una pena? Saber que no eres el único despistado del planeta. Aunque quizá la responsable esté poniendo a prueba mi honradez.

- Ah, efectivamente tenemos dos.
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Once días después y tras escribir varias crónicas con el teléfono móvil recibo el PC con el que hoy (con bastante retraso) escribo este post. Para que nunca olvide quién soy, para que recuerde que los defectos y las virtudes viajan con uno. Y que la suerte -de tener quien se moleste en ir a recoger tu ordenador, invierta cuatro horas en una tarea tediosa y molesta para hacerlo llegar a unos desconocidos en Barcelona que me lo han traído hasta aquí sin ningún problema-, no tiene precio. Gracias Carmen, gracias Laura gracias desconocidos. Ah, y gracias T 1 de Barajas.

viernes, junio 17, 2011

Vuelo a El Cairo, sólo - ida

Faltan 30 minutos para el embarque y no hay nadie en la puerta de acceso al JKK 9610 a El Cairo. Los chicos de la ruta Quetzal están listos para volar hacia Lima. Felices, han accedido ya a su avión por la puerta adjunta a la de mi vuelo. Tres horas después de despegar nos sirven la cena. Aprendo algunas palabras en árabe, sal, carne y otras que ya no recuerdo. Para cuando terminamos la cena ya se atisba por la ventanilla del JKK 9610 la costa de Egipto.

miércoles, junio 15, 2011

¿Qué fue de aquello de viajar en tren?...

Decepcionante. Es la primera palabra que me viene a la cabeza a la hora de contaros cómo he iniciado este viaje rumbo a Egipto. Ha sido en tren, rumbo a Madrid, en esta España radial en la que todo pasa por la capital. La irritante a voz automática de la locomotora nos ha mantenido en alerta permanente recordando cada una de las paradas. Mi compañero de viaje repasa las cualidades del sonido -a saber: tono, intensidad, timbre y duración, reza en los folios fotocopiados de mi compañero de viaje. A sus pies una mochila de la que no se separa. Incluso la acomoda sobre mi asiento cuando voy al coche restaurante en busca de un periódico.
- No se lo puede llevar-. Me advierte el camarero.
Cuando regreso a mi asiento, cabizbajo y cansado de escuchar la voz aguda y eléctrica que nos recuerda mi próxima parada, me ofrezco a colocar la mochila de mi compañero en el compartimento de equipajes. Él me aclara que no se fía de ponerla ahí que lleva el instrumento que utilizará en la banda en Madrid. Que prefiere sentir cerca la mochila, que le acompaña. Horas después la voz que nos ha torturado durante cuatro horas de incesante chachara anuncia: "Estación de Atocha, Madrid".

miércoles, junio 08, 2011

Lances paralelos

Pasa el tiempo y la realidad – incansable – pone sobre el gran mantel de la vida las mismas opciones. Cambian los ingredientes, las salsas, los cubiertos y en ocasiones hasta la mantelería. Lo que no varía es el menú y el acompañamiento musical y trágico de quien ha de escoger – en multitud de ocasiones – entre lo malo y lo peor. En el tramo final de 'Sinuhé el Egipcio', del teólogo y filósofo finlandés, Mika Waltari, encontramos una de esas estampas de conmoción social, de tragedia colectiva y decisión absurda. Los ciudadanos de Egipto tienen que elegir a un Dios para que guíe sus vidas: Atón o Amón. El primero inspira los arrebatos idealistas del faraón Akhenaton, quien ha condenado a sus seguidores a levantar una ciudad sobre la ciénaga de la Ciudad del Horizonte, "La gente, acostumbrada a los suelos de tierra batida, consideraba los de arcilla malsanos y polvorientos, mientras otros decían que debía estar maldito, porque los utensilios hechos con él se partían al lavarlos". Allí partirían de cero, hasta lograr una sociedad justa, equitativa e igual entre los esclavos y dueños. Sin embargo, como recrimina uno de los esclavos remeros al protagonista de la historia, Sinhue, "sólo el que ha recibido bastonazos puede equipararse a un esclavo". La ciudad de Tebas, bajo el protector dios Amón, y repudiada por el faraón por ser un nido de corrupción, vicio y vino se mantiene – sin embargo – en una paz placentera sobre la realidad convulsa de sus alrededores. Aquí se abre la opción a la que nadie quiere someterse. Elegir entre lo malo y lo peor. Entre quien – de sobra conocido – ha errado en su organización, gestión y control de la responsabilidad adquirida, y entre quien comparte los mismos valores, bajo un afán transformador que quedará reducida en mera justificación cobarde equivalente a lo que me encontré estaba peor de lo que me había imaginado. Otros buscan una tercera vía. Algún lugar remoto en el desierto en el que sentarse y pensar en algún dios minoritario que – sin a penas poder – les permita volcar sus frustraciones. Un escarabajo de madera al que confiar sus inquietudes sereno y tranquilo. Un oído seguro y fiel al que contar un secreto confiado en que la condena al ostracismo será el mejor baúl en el que esconder sus emociones. Es la via de escape al lance paralelo. A la elección que desde el amanecer de los tiempos tortura a los ciudadanos y a su manera de organizar el reparto de poder. Es el bálsamo posible a la elección maldita: de entre lo malo y lo peor.