miércoles, junio 08, 2011

Lances paralelos

Pasa el tiempo y la realidad – incansable – pone sobre el gran mantel de la vida las mismas opciones. Cambian los ingredientes, las salsas, los cubiertos y en ocasiones hasta la mantelería. Lo que no varía es el menú y el acompañamiento musical y trágico de quien ha de escoger – en multitud de ocasiones – entre lo malo y lo peor. En el tramo final de 'Sinuhé el Egipcio', del teólogo y filósofo finlandés, Mika Waltari, encontramos una de esas estampas de conmoción social, de tragedia colectiva y decisión absurda. Los ciudadanos de Egipto tienen que elegir a un Dios para que guíe sus vidas: Atón o Amón. El primero inspira los arrebatos idealistas del faraón Akhenaton, quien ha condenado a sus seguidores a levantar una ciudad sobre la ciénaga de la Ciudad del Horizonte, "La gente, acostumbrada a los suelos de tierra batida, consideraba los de arcilla malsanos y polvorientos, mientras otros decían que debía estar maldito, porque los utensilios hechos con él se partían al lavarlos". Allí partirían de cero, hasta lograr una sociedad justa, equitativa e igual entre los esclavos y dueños. Sin embargo, como recrimina uno de los esclavos remeros al protagonista de la historia, Sinhue, "sólo el que ha recibido bastonazos puede equipararse a un esclavo". La ciudad de Tebas, bajo el protector dios Amón, y repudiada por el faraón por ser un nido de corrupción, vicio y vino se mantiene – sin embargo – en una paz placentera sobre la realidad convulsa de sus alrededores. Aquí se abre la opción a la que nadie quiere someterse. Elegir entre lo malo y lo peor. Entre quien – de sobra conocido – ha errado en su organización, gestión y control de la responsabilidad adquirida, y entre quien comparte los mismos valores, bajo un afán transformador que quedará reducida en mera justificación cobarde equivalente a lo que me encontré estaba peor de lo que me había imaginado. Otros buscan una tercera vía. Algún lugar remoto en el desierto en el que sentarse y pensar en algún dios minoritario que – sin a penas poder – les permita volcar sus frustraciones. Un escarabajo de madera al que confiar sus inquietudes sereno y tranquilo. Un oído seguro y fiel al que contar un secreto confiado en que la condena al ostracismo será el mejor baúl en el que esconder sus emociones. Es la via de escape al lance paralelo. A la elección que desde el amanecer de los tiempos tortura a los ciudadanos y a su manera de organizar el reparto de poder. Es el bálsamo posible a la elección maldita: de entre lo malo y lo peor.