Las fábricas de olvido
Hace años, en la Rambla de Cartagena, nos reuníamos un buen grupo de amigos. Seres de todo tipo pasaban por aquella zona. Algunos se acoplaban y bebían vino y cola con nosotros. Recuerdo un tipo que nos venía a visitar casi todas las noches. Tenía el rostro lleno de marcas y en su cuerpo se adivinaba la tragedia sanitaria que las drogas le estaban provocando. A pesar de ir siempre colocado era un tipo inteligente y decía que escribía. Una noche andaba muy trastornado, no recordaba el nombre de un poema. Nos recitó un trozo y lo atribuyó a Benedetti. Mi amigo León Lozano y yo seguíamos de cerca la trayectoria literaria de Benedetti, pero ese no lo conocíamos. Terminaba "...tanto, tanto que no darán a basto las fábricas de olvido".
El tipo pasó toda la noche muy nervioso, intentando recordar pero las horas sin dormir y la química de su sangre podían más que su cerebro. El caso es que, días después, me afané buscando el poema. Primero en los libros que tengo de Benedetti, después en Internet, buscando la última frase que recordé de aquel borracho: "...no darán a basto las fábricas de olvido". Con el tiempo desistí, hasta ayer, que, acabando de leer la historia del buscador Google, tuve una idea. El misterio que no pude esclarecer en años apareció en el caché de un pdf guardado en Google desde vaya usted a saber cuando. El poema se llama Cosas a hallar. El tipo tenía razón.
Cosas a hallar
Hallaré a tantos
como se proponga
la piel de mis quimeras
hallaré los presagios de los jóvenes
los años ya sin fondo de mi madre
todo el pasado y sus señales de humo
hallaré la pobreza y las miradas
las esquinas del viento y del amor
los lugares comunes
y los extraordinarios
hallaré el mar filtrado por los pinos
la lucha hecha salitre y abandono
el ámbito de sol
el desolado
queda por ver lo que hallaré escondido
tras de los muros o entre las cenizas
y lo que no hallaré de ningún modo
faltarán muchos
tantos
que no darán abasto
las fábricas de olvido.
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